El mundo está a las puertas de sufrir un cambio radical al
que los humanos deberemos adaptarnos con mayor rapidez y asertividad que nunca
antes en nuestra historia. Esta vez no se trata de revoluciones industriales o
políticas, ni de revoluciones en las ciencias o la tecnología. Ahora se trata
de nuestro mundo natural, ése que hemos manejado y explotado hasta causar
alteraciones inevitables. A pesar de todas las alarmas y advertencias, el
colectivo Humano apenas escucha.
Los cambios serán tan fuertes para nuestra civilización,
que la mayoría de nosotros no volverá a tener ese sentimiento de superioridad
que surgió en los últimos 300 años de industrialización. Volveremos a tomar
nuestra posición de hijos y dejaremos de ser dueños.
Los naturalistas que recorrieron el mundo junto con los
conquistadores de nuevas tierras y fervientes científicos, vieron a la
naturaleza como un universo gigantesco, repleto de nuevos seres, objetos,
materiales, paisajes y criaturas que había que conocer y desentrañar hasta que
no quedara misterio alguno. Viajaron dibujando, cazando, atrapando,
desenterrando y coleccionando todas las joyas naturales que se cruzaron en sus
caminos. Pero muchos de ellos (y ellas) miraron a su alrededor con un curioso
amor, que es el que se siente cuando una persona toma conciencia de que no
estamos solos, y que los humanos por nuestra condición de seres inteligentes ,
racionales, sensibles y espirituales, tenemos el deber de conocer y cuidar
nuestro hogar natural.
Así es el alma del Naturalismo, así creció y llenó libros y
museos con bellas representaciones de todo.
La naturaleza estaba ahí para ser explorada hasta el último
átomo. Y así se hizo.
Ahora que lo sabemos todo, que ya todo se fotografió, se
estudió, se observó, se dibujó...¿por qué seguimos los tataranietos de los
naturalistas y los exploradores haciendo lo mismo? ¿Por qué pinto por milésima
vez la misma flor? Porque debo insistir ante todos ustedes, en esto que desde
siempre llamó mi atención:
Los seres de la Tierra, en la naturaleza somos pasajeros,
nos transformamos en la eternidad. Estamos aquí durante un leve suspiro, hasta
que el Universo decida hacer un pequeño movimiento que nos congele, nos queme o
nos inunde. ¡Cómo no valoramos la suerte de estar aquí, y no ser una solitaria
partícula de gas en los anillos de Saturno! Pienso esto y no puedo dejar de
desear pintar todo lo que veo tan frágil como si así lo rescatara, lo dejara
guardado y protegido y además estuviera a al alcance de otros. En ese momento,
mi relación con el árbol, con la maleza, es perfecta.
Esta es mi motivación para ser y sentirme naturalista hoy.
Es un firme compromiso hacia mi mundo que implica una visión estética, ética y
política de la situación actual. Pero sobre todo, implica acción y educación.